martes, 11 de noviembre de 2014

PLAN DE VUELO - (010) Coast Line

Foto 01 coast 010

...las nubes pueblan el cielo, más que el cielo, la tierra y la mar, pues desde mi altura, dispongo de una diáfana luz que alumbra toda la bóveda celeste que me cubre, la masa nubosa está a mis pies, brillando, sus crestas en movimiento, cubriendo todo el litoral. Se adivina la línea de la costa porque, las células se desarrollan más, aparentando un acantilado en la confluencia del agua y la tierra. Mi vuelo es visual, estos crecientes castillos de vapor de agua, me sirven para saber que voy por la ruta correcta, consulto el contorno que abajo forman estos promontorios y coinciden con la línea de la costa que ofrece mi carta de navegación.

Los claros entre nubes hace ya algunos minutos que no aparecen por lugar alguno. Todo el océano y lo que alcanza mi vista tierra adentro, es una abrumadora alfombra de nubes, visto el mal cariz que va presentándose en la ruta, se está poniendo peor por momentos, no lo pienso más, abandono mi rumbo y decido apoyarme en la línea de la costa, generalmente, en esta zona y justo donde se junta la tierra con el agua, aparecen siempre algunos claros, cuando aparezca el primero bajaré de la luz a las sombras, que aun con menos claridad, siempre son mejores compañeras de viaje, pues no es niebla y lógicamente estarán a algunos metros del suelo.

Mi teoría de los agujeros, se va para las ilusiones perdidas, para el suelo, suelo que no veo... ni un agujero... las nubes empiezan a poblarse de castillos por doquier... la costa, ya no distingo su línea... allí, puede ser, no, no es... estoy perdiendo tiempo... atrás se veía hace poco... poco es mucho, he perdido la oportunidad... estoy perdiendo algo más que tiempo.

Quinientos kilómetros volando en estas condiciones, debo estar cerca de Ifni, a partir de ahora, es peligroso meterse debajo de las nubes sin ver el suelo y también lo es seguir por encima de ellas. Debajo, suponiendo que haya ido bien en la ruta, hay montañas, si me desvío hacia la izquierda encontraré la mar, pero, si me he metido muy a la derecha, tendré que volar bastante tiempo en dirección Oeste para estar seguro de que estoy encima del agua... ¿cuánto tiempo?, ni yo mismo lo sé, por lo menos soy consciente de que no lo sé exactamente y esto en aviación supone vagar por el cielo, medio minuto más o menos, es la diferencia entre el desastre o la simple anécdota que contarás el resto de tu vida, para dejar constancia de lo estúpido que fuiste en un momento dado... ¿o no lo contarás?.

Ya no estoy seguro de no haber metido la pata como un cadete, "Nunca hay que volar por encima de un mar de nubes con un avión monomotor", mucho menos, cuando no se dispone del más mínimo equipo de ayudas y todo se fía a las indicaciones de una triste brújula, que para empeorarlo, casi nunca es digna de crédito, pues por lo desacostumbrado de navegar en estos aviones, es el instrumento al que menos importancia se da.

Lo triste, es que llevo haciendo el indio, cerca de cuatro horas, fiado en la posibilidad de encontrar mejor tiempo a cada minuto de vuelo que va pasando.

En la cabina de un avión, no hay que dejar nada al azar, ni fiar en el cálculo de probabilidades y menos en un monomotor, ya sabemos la teoría del optimista de Murphy "si algo puede salir mal, saldrá mal", aquí no se hace una excepción, en un momento dado, se amontonarán las decisiones a tomar, el tiempo y las circunstancias negativas te agobiarán, esta es la razón que obliga a trabajar sin concederse tregua y con la máxima objetividad. Dejar algo al azar, sería como cortar uno de los hilos de que está compuesta la cuerda que sostiene nuestra vida y lo más malo del caso es, que ninguno de nosotros, sabe de cuántos hilos se compone la cuerda que le sujeta aquí.

Estoy atrapado o casi, en la trampa más tonta, si esto me lo dicen hace cuatro horas, me río del que lo dijera y ahora me asalta la idea... de reírme de mí mismo... o ¿tal vez de llorar?.

-Estoy viendo la cara de todos los que han confiado en mí y lo que van a pensar, cuando vean que les he fallado.

-Ya empezamos de nuevo, hasta ahora íbamos estando de acuerdo, pero, a ti qué puñeta te importa lo que vayan a pensar los demás, ellos no te van a sacar del atolladero, además, sabes muy bien, que poco les importa cómo transcurren tus vuelos.

No lo pienso más, el alternativo es mi posible defensa, de todas formas, ahora mismo, no sé exactamente cuál es mi posición, no me considero perdido, pero sí despistado y teniendo en cuenta las circunstancias, peligrosamente despistado. Sin dudar, pongo rumbo opuesto, al Aaiun.

Allí estará mi buen amigo Santiago González Guzmán, más conocido por Talo, un día descubrí que este apodo no era privativo del mundillo aeronáutico, pues ya en su tierra y de chaval, le llamaban así. En el parador, seguramente no habrá sitio, normalmente hay que reservar la plaza con por lo menos quince días de antelación y es muy probable que, por la hora de llegada... no podré volver a salir hacia Agadir... el sol... no se ve un pimiento... este resplandor que dan las nubes... no voy a ver el posible agujero que me saque de este atolladero, las nubes reflejan el sol con tal intensidad que hacen imposible mantener los ojos perfectamente abiertos y mucho menos ver lo que tengo debajo y al frente.

La cara me hierve, no sé si es un exceso de adrenalina que fluye a mi rostro, por mi propia vergüenza o el calor del sol. No sirve de nada mantener un rumbo que, aunque me conduce al alternativo, me quita la posibilidad de buscar la seguridad que me daría ir por debajo de este compacto mar de nubes, inmediatamente cambio mi rumbo, hacia lo que considero mar abierto, el panorama es desolador, las nubes están rabiosamente apretadas unas a otras, formando un solo e inexpugnable cuerpo, tan inexpugnable como la simple posibilidad de que entre algo de esperanza en mi mente.

A sufrir un poco más…..el aviador