martes, 4 de agosto de 2015

PLAN DE VUELO - (011) Coast Line

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Espero que Dios me eche una mano, cada vez es más difícil confiar en las mías y todo se va ennegreciendo por momentos... la gasolina, tengo que trasvasar al depósito principal, no puedo descuidarme, luego pueden hacerme falta las dos manos y la bomba de trasvase que llevo instalada, funciona con motor de garbanzos o sea, a mano y trasvasa justo un pelín más de lo que se consume.

Mi rumbo es dos siete cero, completamente Oeste. Desde hace quince minutos, no he variado nada este curso y no ha aparecido ni un triste agujero o grieta para poder colarme al piso inferior, me siento como el que se encuentra atrapado en un edificio que está ardiendo por su parte baja, claro que, todavía puedo encontrar una escalera de emergencia que me sea útil.

...si mi posición era correcta... llevo adentrándome en el mar, unos sesenta kilómetros...podría intentarlo... pero y si están pegadas al agua... al salir de ellas, me voy a hundir en el océano... no sé qué es peor... piedra, seguro que no encuentro ninguna, seguiré buscando un poco más, luego lo intentaré, ahora, ...voy a disfrutar un poco más de este hermoso sol que lo ilumina todo, radiantemente ajeno a mi triste y complicado problema... aquí, gozando de este maravilloso día y dentro de poco o salto de alegría o me lleno de agua por fuera y por dentro.

Mirándolo fríamente, es de risa, pensar que tal vez, alguien ahí abajo, está maldiciendo el endemoniado tiempo que le han traído las nubes que le ocultan el cielo y yo, daría y quizás dé mi vida por intentar unirme a su problema, también, unos kilómetros más allá, alguien estará disfrutando de este mismo sol que tengo a la vista y a mí, por el hecho de encontrarme a una mínima distancia, con el problema de no saber hacia qué rumbo está la separación de esta pequeña distancia que marca la diferencia de su alegría y de mi zozobra y por haber tomado una errónea decisión, me lo van a cobrar muy caro, posiblemente esta haya sido mi última decisión.

Un claro ejemplo de que nada es bueno o malo, depende de la situación y del entorno. Alguien estará pasando frío o tal vez mojándose debajo de estas nubes, otro se estará asando al sol, los dos estarán en distintos lugares, pero maldiciendo el tiempo que les ha tocado soportar, yo aquí, quisiera pasar frío y ver llover, aunque me empapara, tampoco me importaría asarme al sol, pero en tierra, yo no maldigo al tiempo, solo a que, posiblemente estoy en el lugar equivocado, justo en el momento más inoportuno, dentro de unas horas, el problema para mí, posiblemente no existirá y yo... posiblemente, tampoco.

Abajo y frente a mí, entre las nubes, rasgando su monótona tonalidad de grises, una mancha negra... fuera gases, no lo pienso, un fuerte empujón de mi mano derecha a la palanca de mando, ...la mancha se pierde por detrás, imposible entrar por derecho, el avión se mete de lleno en la nube... avanzo la manecilla de los gases hasta llegar al tope de su recorrido, ligero tirón de la palanca y de nuevo para arriba, en la subida, enormes hilachos envuelven al avión y la luz del sol entra a borbotones, había penetrado bastante en la nube, miro para atrás y no veo nada, por delante, de nuevo el sol, subo vertiginosamente hasta colocarme de nuevo encima de la alfombra de nubes, efectúo un fuerte viraje hasta colocarme de nuevo con el sol a la espalda y de nuevo la grieta delante del morro, suerte que no se ha cerrado, otra intentona... esta vez no fallaré, me acerco muy bajo, cruzo pequeñas pompas de la nube, que sacuden al avión... de nuevo a mi alcance la puerta... pero ¿a dónde?.

Una extraña sensación recorre mi cuerpo, la rodilla izquierda empieza a temblar y se hace ingobernable, es la primera vez que me sucede al sentir lo contrario al miedo, pero... quizás no se equivoque ella y sí yo, tal vez... las nubes toquen el agua, suponiendo que lo de abajo sea la mar... el agujero está oscuro. Recuerdos infantiles aparecen en nuestra mente en los momentos más insospechados, como aquel pozo oscuro, al que gustaba de asomarme cuando chico y qué no diera yo, para que en este momento, llegara mi padre o mi madre, me agarrara del brazo, me apartara y riñera, aunque en la regañina se escapara algún cachete, lo sufriría a gusto, pero de lo que me espera en este pozo, no me puede librar ya nadie, porque es mi pozo particular, mi problema particular y mi estupidez particular el encontrarme ante él.

Setenta millas, no puedo disminuir más la velocidad, mi carga de gasolina es todavía de unos cuatrocientos kilos y la altura demasiada para darme seguridad una velocidad más baja, la turbulencia de la nube podría colocarme en una situación embarazosa si me falta mando, suelto el acelerador y paso mi mano al compensador de profundidad, le doy un poco hacia atrás, para encabritar algo el morro, luego, ya en la brecha por donde voy a penetrar, cuando reduzca la potencia, el morro adoptará una posición en la que conseguiré un descenso uniforme, sin necesidad de mantener con la palanca de mando el ángulo de bajada.

El agujero está al alcance del morro, reduzco un poco los gases, la calefacción al carburador está puesta desde la anterior intentona, no vaya a ser que se forme hielo y falle el motor, bajo un punto de flap para aumentar el ángulo de bajada sin aumentar el recorrido horizontal, por momentos no veo nada, se apodera de mí una sensación de vértigo que intenta dominarme, aunque más que vértigo, pudiera ser, que a partir de ahora no puedo dudar y que mis decisiones futuras las acabo de tomar y no hay marcha atrás, subo el flap y acelero el motor, vuelvo a reducir, tal vez ha sido un movimiento reflejo que necesitaba para saber que algo está vivo, un deseo de romper la monotonía en mis oídos, la palanca de mando golpetea ligeramente en mis dedos, la llevo completamente suelta para evitar cualquier presión en ella y forzar un movimiento en el avión, solo la llevo protegida para evitar un bandazo brusco producido por la turbulencia de la nube.

está claro que estoy aquí, …pero cómo sucedió… el aviador

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