martes, 17 de noviembre de 2015

PLAN DE VUELO - (012) Coast Line

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   Los normales sentidos del equilibrio, nos acompañan desde que nacemos y como es algo, como muy natural, a muy pocos, se les ha ocurrido hacer experimentos acerca de ello, una combinación de oído, vista y en general de todo el conjunto de nuestro cuerpo, nos mantiene en equilibrio y cuando falla o falta alguno de estos componentes, lo que sucede es, que perdemos el equilibrio, así de simple e inmediatamente acuden a nuestra mente sensaciones erróneas con respecto a nuestra posición en el espacio. Dentro de una nube, lo primero que falla es la vista y para corregir estas deficiencias, los aviones están provistos de instrumentos que le dicen al piloto que sus sensaciones son erróneas y él cree a pies juntillas estas indicaciones, porque ha aprendido a obedecerlos en su propio beneficio, pero... mi avión no dispone de indicadores de mis errores, aunque yo sé, que me equivocaré, lo que no sé es hacia dónde, sé que sentiré que me inclino y si corrijo esta sensación, me inclinaré más y más, esta es la razón de haber dejado que el avión haga un descenso tranquilo y sin correcciones por mi parte, lo único que podré vigilar y corregir es el rumbo. Cuando aprendes a volar, piensas que tú podrás controlar la situación, ya sabes más que el profesor, intentas, dentro de una capa de nubes poco espesa e inofensiva y por supuesto a la mayor altura posible del suelo, mantener tu vuelo horizontal sin tener en cuenta los instrumentos, solo tu joven y sabio cuerpo, que todavía no chochea y el resultado es que, no pocos, pasado nada de tiempo hemos sentido indicaciones contradictorias en nuestro cuerpo y tirones de los cinturones de seguridad, acompañado de una imposibilidad de posar los pies en los mandos y cosa curiosa hemos salido boca abajo y entonces aprendemos que, cuando instruyamos a un nuevo alumno y le digamos lo que a nosotros nos dijeron, este pensará... lo que nosotros pensamos.

*

...Sin embargo, no he podido sustraerme a la necesidad de sentirme dueño de la situación y así me he sentido al presionar con mi mano la palanca de mando y notar la resistencia que hacía a mi ligera presión, para frenar un poco su descenso.

Las dudas siguen asaltándome, ...no veo nada, ni tan siquiera, el resplandor del sol filtrado y repartido por el interior de la infinidad de gotas de agua que forman esta nube... delante tampoco... ni abajo... quizás el descenso es muy lento... pero y si la base de la nube está cerca de lo que hay debajo... disminuyo un poco más mi régimen de descenso, lo que está claro es que, sea lo que sea, ya no puedo rectificar y subir, sería un suicidio.

Me falta tiempo para todo, no puedo apartar los ojos del parabrisas, tengo enfocada la mirada más allá de él, hacia el vacío, una molesta sensación embota todos mis sentidos, la fluorescencia de los instrumentos va cobrando vida, haciéndose cada vez, más intensa, es completamente de noche, ya no tengo referencia de dónde está arriba y abajo, ni tan siquiera si mi derecha está a este lado o al otro, no puedo mirar la velocidad, pero sí la veo, es imposible precisar nada... en cualquier momento puede surgir un obstáculo frente a mí... si esto sucediera, sería el primero en salvarme, ...¿por qué no?.

Una centella ha cruzado mis ojos, la velocidad es excesiva, he podido ver la indicación del instrumento, pero no mirarla, la altura que marca el altímetro no me sirve de nada, no tengo datos de la presión atmosférica de este lugar, no puedo por tanto saber a qué altura estoy del agua, otro instrumento menos que mirar y cada vez estoy y me siento más solo.

La capa de nubes debe ser muy gruesa, llevo mucho tiempo dentro de ella bajando y si mantengo esta velocidad, me clavaré contra lo que sea, aunque se encuentre mil metros por debajo de esta masa algodonosa.

Reduzco la velocidad de descenso haciendo una ligera presión hacia atrás en la palanca, igual salgo boca abajo, pero no creo, siento mis pies perfectamente asentados encima de los mandos de dirección, si estuviera al revés, estarían flotando y me costaría trabajo mantenerlos en su sitio, además, me siento fuerte y gratificántemente pegado al asiento.

-¡¡El mar!!, ...creía que este era mi último vuelo... bueno, es normal... ha sido difícil, no el hecho de encontrar la solución a mi problema, sino la posibilidad de haberme mantenido impasible, ante una situación, que en ocasiones ha llegado a rayar el límite de mi derrumbe. Realmente, se puede decir, que he sido un juguete en manos de los acontecimientos. Dios ha sido bueno y ha querido mantener entero el juguete, para que los acontecimientos sigan jugando con él.

El océano, con toda su majestad, se encuentra por debajo a unos cuarenta metros, oscuro, profundamente oscuro, con ese color indefinido que lo caracteriza, verde grisáceo y adornando las crestas de las olas con penachos de plumas blancas, toda la superficie, tiene una especie de velo blanco de encaje muy transparente, apenas si se vislumbra, el viento es muy fuerte, el ambiente está sumido en las tinieblas, como la penumbra del anochecer, justo en este momento anterior al que dejamos de distinguir la diferencia entre un hilo blanco y uno negro. Todo lo que pueden dominar mis ojos es agua y oscuro techo de nubes, que en el cercano horizonte se junta difuminándose. Casi se pierde la profundidad de la superficie del agua, no como en una mar especular, pero casi, la sensación general es esa, pero cuando fijas la mirada en un punto, la espuma de las olas te ayuda a desvanecer esta molesta sensación de no tener un fondo firme. El vuelo de regreso será fatigoso, es muy cansado volar con un alrededor sin horizonte.

...Seguiremos confiando, el aviador

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