lunes, 25 de noviembre de 2013

PLAN DE VUELO (Coast Line) - (002)

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Entre algunos pilotos, existe una ancestral y muy difundida costumbre de hacer alarde de no pegarle al motor, de no castigarle, aunque, esto no es una realidad práctica, son muchas y variadas las ocasiones en que un piloto hace uso y abuso de las posibilidades de su motor, sobre todo cuando se trabaja en situaciones críticas, hoy y ahora no es uno de estos momentos, precisamente en un viaje es donde efectivamente puedes llevar un régimen de potencia muy relajado, pero si se pueden ahorrar unos minutos de vuelo por encima del agua, se justifica un crucero fuerte.

¿Por qué esta manía de hacer demostraciones y en el momento más inoportuno?, encima del mar bastante aumenta el tiempo en nuestra mente, para incrementarlo aún más frenando el ímpetu de nuestra máquina.

Me extrañan sus gestos y me resisto a entenderlos, tienen más inspiración humana que aeronáutica.

Sí, no cabe duda, tiene dificultades, parece ser que su motor no funciona con regularidad y a juzgar por su rostro debe ser algo grave.

Si por lo menos cada avión tuviera un equipo de radio, podríamos comunicarnos, sabría qué le pasa exactamente, parece que no ha habido tiempo ni deseos de comprar e instalar los equipos en todos los aviones que vayan a hacer los vuelos, dicen que, con que lo lleve instalado el que vaya al cargo de la formación ya es bastante, podríamos decir que es un pensamiento muy optimista, nadie ha pensado o no ha querido pensar, en que si este avión sufre una avería, los demás se quedan incomunicados con el resto del mundo.

Mi mano derecha se dirige hacia el selector de frecuencias, lo hace girar hasta seleccionar la de emergencia aeronáutica, ahí está, en la ventanilla del equipo puedo ver los dígitos 121.5. Los ojos intentan penetrar más allá de lo que tienen posibilidad de ver. Aunque solo fuera avistar un barco, estamos sobrevolando el banco de pesca canario-sahariano y algún buque habrá.

No puedo, de momento, dar una alarma en firme, pero tampoco puedo dejar de hacer que alguien esté pendiente de nosotros, así que voy a hacer una llamada de prueba de frecuencia.

-¿Por qué una prueba?. Diles lo que sucede, si es una falsa alarma no pasa nada, pero ¿y si es real o acaso tienes miedo al ridículo ante los demás?-.

-¡No me importa lo que digan los demás, pero no cuesta nada hacer una prueba ... bueno, la verdad es que sí me importa, luego dirán ....!-.

Aunque mi miedo real es que después de la llamada siga el silencio como respuesta, la incertidumbre de si habrá o no respuesta es mejor que la certeza de que estamos solos.

-¡Haz la prueba y no lo pienses más, el tiempo es vital para Javier!-.

-¡Formación Oscar ... a cualquier estación ... para prueba de frecuencia...!-

Una corta pero eterna espera, nada; así hasta cinco llamadas y por respuesta el atronador silencio del éter en los auriculares. Olvido las llamadas tontas y en vista del éxito, hago una llamada de socorro en firme, aunque sé que es absurdo, si nadie contestó antes, aunque fuera para simplemente decirme que abandonara la frecuencia, por mucho empeño que ponga, ¿qué nueva razón puede haber para que ahora contesten?. Ninguna, no me equivocaba y así sucede, no hay respuesta.

-¡Quizás debido a nuestra poca altura actual, mil quinientos pies, no podemos ser recibidos por nadie, aunque no existe obstáculo alguno entre nosotros y las estaciones que hay en la zona, ni tan siquiera el obstáculo de la curvatura terrestre!-.

-¡También puede suceder que las emisoras que llevamos instaladas sean una mierda!-.

El motivo que sea, no puede ya variar la situación actual en la que estamos abocados.

Por si acaso y en la misma frecuencia, maldije en todos los idiomas conocidos, incluido el arameo, a los que debían estar y no están. Aunque bien analizado, el problema real y básico, no proviene de unas emisoras o de sus responsables, sino del motor de un avión y como consecuencia de su fallo, aparecen los emboscados. Fallos que no habrían aparecido, de no haberse roto este eslabón que cubría y amparaba una posible torpeza; la actual situación es fiel ejemplo para definir a aquellos que siempre han aparentado su buen servicio, pero a la sombra del buen funcionamiento de otros.

Es la primera vez que volando, siento pesar la soledad con toda su intensidad. Si es hermoso volar serenamente solo, es porque aquí arriba no llegan las bajezas que encierra la tierra, ellas quedan atrás con los forjadores de malestar, ahora es doloroso sentir que no hay nadie a nuestro alrededor, no para ayudarnos, esto es del todo imposible desde el suelo, nadie puede ayudar a un piloto cuando este libra su particular batalla, existen infinidad de ayudas, pero son para cuando todo va bien. Un claro ejemplo es el piloto automático, comodidad y descanso para el piloto, pero cuando la turbulencia es excesiva y los zarandeos acentúan nuestro cansancio, se desconecta para evitar posibles averías. En realidad a lo único que se puede aspirar, es, a un sentido de compañerismo de la gente del suelo a un acto de solidarización, compartiendo nuestras vicisitudes y saber que en un momento dado, podrán mandar a alguien a buscarnos. Siempre, la ayuda llegará, pero cuando ya estemos en el suelo o en el peor de los casos en el agua.

Foto 12 coast

Tres borrosas siluetas se vislumbran entre la bruma, son pesqueros, a unas dos millas frente al morro de mi avión, a juzgar por las torretas, parecen arrastreros, estarán faenando, si Javier puede aguantar tres minutos más, el riesgo de desaparecer en las aguas del Atlántico será ya casi nulo, las olas se estrellan contra las proas de los buques, la espuma que salta por las amuras es una clara indicación de cómo está la superficie de la mar, abajo las crestas de las olas son cizalladas por el viento del Norte, será una triste jugarreta de la vida si no alcanza a los pesqueros, con estas condiciones del agua y la escasa visibilidad, aunque yo pueda avisar, no le encontrarán.

ahora vuelvo

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