miércoles, 6 de febrero de 2013

Primer martillazo en la fragua – 1958

¡¡ Vamos a relajarnos !!

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¡ vámonos !

Hoy ha amanecido como siempre, mientras los veleros, empujados por los alumnos, surgen de la tibieza y claridad del hangar; fuera de su abrigo, van quedando perfectamente alineados, en la sombra, al borde de la pista, el aire, aquí afuera ya no es tibio, el avión remolcador con el motor ronroneando, el color rojo de los costados del capó y las llamaradas de los escapes, recuerdan, que aún no ha amanecido.

Le gustaría ser mayor o por lo menos un piloto veterano, para no tener que madrugar tanto; desde que empezó a volar, ha visto, en pié, un amanecer detrás de otro, está cansado de acarrear planeadores y veleros. Empezar a volar amaneciendo, es algo muy normal en los principios, todo está mucho más calmado y la lucha es solo para controlar la estabilidad del velero, ya es mucho mantenerse en situación de calma. Todavía no se ha dado cuenta de que, los profesores son veteranos y mayores, pasan de los treinta y también están ahí, madrugando; cuando se dé cuenta, también él será mayor.

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El hilo de luz empieza a depositarse en el horizonte y principia a desaparecer el rubor de los costados de la cubierta del motor.

Acarrear veleros, es duro, pero acariciando su piel y en el taller, después de una reparación, pasando la muñeca del barniz, para un perfecto acabado, de borde de ataque a borde de salida, para que los filetes de aire, no encuentren las imperceptibles rugosidades al desplazarse por encima del plano, para no perder nada, de la adherencia de los filetes de aire en el vuelo; toda esta suavidad, se funde con la mano y van penetrando en el futuro piloto, unos sentimientos que van más allá de lo humano.

Todo quedó atrás, este período, es de entrenamiento, quedaron lejos los placenteros vuelos, ahora debe complicarse un poco más. Allá arriba, el sol estalla, el cielo está sembrado de cúmulos, hay muchos indicios de dinamismo en la atmósfera.

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Buen remolque

Junio de 1.958, la avioneta rueda suavemente, una Fieseler Fi 156 Storch “Cigüeña”, no es solo un avión, tiene sus historias, rememora las hazañas que algunos forjaron a bordo de ella, todas las máquinas voladoras tienen una historia-leyenda que las precede a donde vayan, ahí es justo donde cala en cada piloto, pasando a formar parte de su experiencia e integrándose en su vida.

Delante, ella, se mece mucho, acaba de dejar el suelo, cada movimiento del remolcador se percibe en la cabina del Baby, a través del cable que los tiene sujetos el uno al otro. El sonido del aire, cambia continuamente, alterna silbidos y silencios.

Un día turbulento, muy inestable, los cúmulos, con el brillo deslumbrante de sus protuberancias, el movimiento de sus diferentes células y la oscuridad de su base hablan de la actividad generada en ellos y dicen que hoy va a conseguir la altura para el de Plata, solo 1000 metros sobre el punto más bajo del vuelo suelto. Le soltarán a 400, es cuestión de agarrarse a una térmica, centrarla y ayudado de los frenos, bajar en su seno lo más bajo posible y luego volver a ascender dentro de ella, hasta alcanzar la altura que quedará grabada en la lámina del barógrafo. Está chupado.

Suben muy lento; están, aproximadamente, a 1500 metros de distancia, pasado el final de la pista y a unos 40 metros del suelo, la turbulencia es muy fuerte. Una seca sacudida le trae a un mundo real, deja de soñar, un chasquido dice que hay algo que no está en las previsiones, una sensación rarísima se hace patente en los sentidos, deja de sentir la atracción del cuerpo hacia adelante y la presión en la espalda, desaparece, siente que flota, los ojos se clavan en la avioneta que remolca o tal vez remolcaba, su distancia aumenta, se separa. Acaba de procesar los datos y se da cuenta de lo que ha ocurrido, se ha roto el cable de remolque.

Se ha quedado solo, no hay tiempo que perder, debe actuar rápido, debe saber si lleva el cable él o el remolcador, vira muy fuerte a la derecha a la vez está picando ha bajado el morro, la avioneta lleva todo el cable, no hay peligro de que se enganche en el suelo. Su percepción periférica le indica que el campo que acaba de abandonar, está muy lejos, no llega, su altura solo permite llegar a unos 400 metros de donde se encuentra. Debajo todo son encinas, a la izquierda un campo de almendros, a la derecha todo carrascas hasta la pista.

Frente al morro, una aparición, un barbecho de trigo y además con el viento aproado, linde poblada de árboles, altos, de unos cinco o seis metros. El paisaje deja de pasear por delante de un lado a otro.

Siente frío, se activa el inconsciente, se ha hablado mucho de esta posibilidad, pero siempre parece lejos, solo le vale lo que él haga, seguramente será muy poco, su experiencia es nula en estas lides, pero también lo era la de los que fueron sorprendidos antes que él, decididamente, solo él, es el mejor para salir de esta complicación.

De pronto el mundo ha desaparecido, solo ve el campo donde debe posar el patín del velero, lo demás es un escenario que solo interesa lo justo, librar este árbol, levantando el plano y poco más, incluso él mismo es un mero espectador, que no puede modificar nada, solo puede moverse y muy escasamente, el tiempo y la altura van menguando y no esperan. Ni tan siquiera piensa, ni razona, solo reacciona como un animal, por instinto, luego, tal vez tenga tiempo para razonar toda su actuación, pero será, en todo caso, luego.

Debajo, todo son encinas, los árboles del lindero; otro obstáculo, para pasarlos, debe llegar al campo con suficiente altura y esto acortará más la superficie de aterrizaje, pero es la única salida, si no puede sobrevolarlos, serán el lecho del velero, demasiado erizado.

Pica muy fuerte, ve las copas de los árboles más altas que él, tira de la palanca para pasarlos, tiene que virar más a la derecha, unos 90º, pie a fondo en el momento que sobrevuela los árboles ayudado con una ligera inclinación del alabeo a la derecha, el velero queda enfocado al campo: un trigal que se antoja hermoso.

Empieza a bajar el morro por su lado de estribor, centra los pies al mismo tiempo que dirige la palanca en diagonal hacia atrás y a la izquierda, la proa para su trayectoria hacia el suelo para quedar en la posición normal. Puede ya tomar tierra, pero la velocidad adquirida en las maniobras es demasiada, ve los árboles, de la otra linde, avanzando con rapidez amenazadora; inicia un enorme frenazo con peligro de hacer entrar en pérdida al pequeño Baby, inclina muy brusco a la izquierda al mismo tiempo que el pie derecho se hunde con brusquedad y su mano acciona la palanca de los frenos aerodinámicos, en este cruce de mandos y en un soplo, pierde toda la velocidad sobrante y un poco más, siente una sacudida, que le indica lo que sufre su montura en este instante, su cuerpo recibe sensaciones encontradas, intraducibles, pero todo sirve para notar en el fuselaje el roce de las ásperas espigas, preludio del contacto con el suelo.

Aguanta, no puede tomar tierra normalmente ya que debajo de las espigas podría esconderse cualquier obstáculo, piedras o una zanja, tampoco puede demorar este contacto, hay que tocar el suelo con el morro lo más alto posible, sobreviene el desplome y, por consiguiente, el encuentro con la superficie; recorre aún algunos metros entre enormes sacudidas debido a lo irregular del terreno.

Al fin terminó todo, él ha detenido su carrera. Se hace un silencio profundo y transitorio, entre la vorágine de lo sucedido, y los murmullos exteriores.

Después de la emoción, se quedó unos momentos perplejo, era verdad, acababa de efectuar su primer aterrizaje de emergencia. Se siente cohibido; los árboles parecen ahora mucho más altos, se alzan delante de él amenazadores, esta vez han sido burlados.

Abre la carlinga, respira muy hondo, le hacía falta, posiblemente, los treinta segundos que ha durado la maniobra ha estado sin respirar.

Baja y examina su montura, no ha sufrido nada, apenas unos arañazos en el vientre, pero su morro y sus piernas han estado a punto de recibir una visita, una enorme piedra esta sólo a unos cuarenta centímetros de la trayectoria del aterrizaje.

06-06-1.958 / MDN / Hora de despegue 11:20 / Tiempo de vuelo 00:02

Así es como recibió el primer martillazo en la fragua de la experiencia.

image                   Fragmento de “A bordo de un almendro”

Murmullos: ¿Quién ha dicho, que quieren llamar al Piloto “Gestor de Cabina”?

Volar lo puede hacer cualquiera, es cuestión de un poco de entrenamiento, pilotar es saber volar incluso cuando las cosas no van bien. ¿Gestionar?, no sé lo qué es. Tal vez el equivalente a pilotar, o un eufemismo para diluir el contenido de Gobernar, Dirigir o Mandar, en la aeronave. Aún así, gestionar es pilotar. ¿Para qué cambiar? No sé por qué, he escrito esto, pero ahí queda

¿Llamarán algún día a nuestro Fernando Alonso “Gestor de cabina, experto en DRS, trazadas de curvas y en… bueno, lo que sea, No, verdad que no? No sería bonito.

Voy a aprovechar, para darte las gracias, por tus carreras, posiblemente nunca nos conoceremos, aunque me has tenido en vilo muchos veranos en las campañas contra incendios, por salir justo empezando la carrera y no poder verte, el que sufría era el mecánico, que tenía que tragarse toda la carrera (aunque no le gustara la F 1 ) para contármela cuando regresaba del vuelo. Al fin todos enganchados en la Formula 1, aunque para ser sinceros a Fernando Alonso.

Aviador Ignacio Ribas

2 comentarios:

  1. Ese 6 de junio yo estaba volando con Seabastián Almagro en el Kranich OBK; hicimos 2 vuelos, el primero -con hora de despegue a las 11:09, con una duración de 7'; el segundo, despegamos a las 11:51 y duró 1h:54'. Estuvimos volando sobre el Pirineo y estuvo tentado de "saltar" a Francia, como lo hizo Juez pero, me dijo que no le homologarían el vuelo al igual que no le homologaron uno que hizo Sevillano con Cruz, cuando éste era alumno.
    El día 11 de ese mismo mes, despegando a las 13:16, conseguía la permanencia del "C" de plata, con un vuelo de 6h04' en el Baby MAP.
    Un día que me encuentre un poco más tranquilo, te contaré mis cuatro tomas fuera de campo.
    Mi opinión en relación a lo de "Gestor de Cabina"...no me gusta. Creo que le viene mejor aplicarlo a las personas encargadas de gestionar las cabinas de un locutorio telefónico,-digo yo-! Creo además que donde va el PILOTO AVIADOR tripulando la aeronave, se llama (o se llamaba) CARLINGA.

    Un abrazo

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  2. Gracias Paco, te cvuento, quien me remolcaba este día era Cruz, era su primer remolque, en cuanto a no llevar a cabo un hecho por el simple motivo de que no te lo reconozcan, considero que no es de buen amante, no importa que los demás sepan lo que has hecho, lo importante es haberlo hecho. Por supuesto, siempre que tus hechos no estén encaminados a buscar la ficticia relevancia social. Un beso y cuídate Ignacio

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