martes, 31 de diciembre de 2013

¿ UN CUENTO DE NAVIDAD ? - 4

El hombre ha terminado y regresa a nuestro lado, tiene la cara entre un rojo muy intenso y un azul amoratado está aterido de frío, el segundo y él intentan nuevamente poner en marcha los dos motores, el del centro aunque no del todo parado anda tan mal, que podríamos decir que está inoperativo; tenemos dos mil metros en el altímetro, ninguna estación recibe nuestras llamadas desde hace tiempo, ni nosotros las de nadie, probablemente, hemos perdido el pez, se habrá partido la antena o está averiado el equipo, lo cierto es que estamos incomunicados con el resto del mundo, por lo menos hubiésemos podido dar aunque fuera aproximada nuestra posición para que fueran a recogernos.

De nuevo aparece en mi mente el paisaje que tenemos debajo y por si no fuera bastante, el día de hoy veinticuatro de diciembre, un maravilloso día para terminar con mis veinte años y con los otros tres miembros de la tripulación, el caso, es que, para nuestras familias, la Navidad, no volverá a ser lo mismo, habrá variado sustancialmente.

Dios sabe cuál va a ser el fin de todo esto, Él está siempre con nosotros en estos momentos, sin embargo yo, siempre que pienso en Dios acude a mi mente la idea de que le estoy pidiendo algo. Es una especie de contradicción conmigo mismo. Ya sé que estarás viendo mi pensamiento, de verdad no pienso esto para que me saques de aquí, lo que sucede es que, en fin, para que voy a darte razones y vueltas al asunto, te lo pido por lo que más quieras, sácanos de aquí, no te ofrezco nada a cambio, seguiré queriéndote, pienso que si te ofrezco algo, es como un chanchullo, siempre se ofrece en el trueque, algo posible, no es un mérito, Tú me comprendes, no digo tampoco que se haga tu voluntad, porque sé que así será de todas formas, solo te pido lo que yo deseo, lo demás corre de tu cuenta.

El momento este, me recuerda una conversación que tuvimos otro compañero mío y yo junto con un árabe que tuvo una respuesta muy acertada y que entonces no capté en toda su extensión, no recordaba este episodio de mi vida. Decía mi compañero, que él era ateo que su dios era él mismo y que lo único que le importaba era su vida y el dinero, y fue entonces cuando el árabe que estaba con nosotros le dijo, "entonces te encontrarás muy solo cuando tengas un problema que no puedas confiar a nadie o no tenga solución por ti mismo, te darás cuenta de que Dios hace falta, aunque sea por egoísmo, se llame de una forma o de otra". Es algo a lo que aferrarse para no caer en la desesperación.

Pero para un cristiano es la certeza de saber que hay alguien que me ama a pesar de cómo soy y si me ama así, nunca me dejará, porque ha venido a dar su vida por mí, por lo tanto, no dejará de sacarme de aquí, si es lo mejor que puede pasar, solo quiere que confíe en Él.

Ahora es cuando me doy cuenta de que problemas podían ser estos, este era uno de los momentos en que Dios hace falta, ni yo ni nadie de la cabina podía hacer nada para solucionar el problema en que nos habíamos metido, pero Dios nos puede dar algo, la fe en que Él no nos abandona y por tanto nos da opción a tener una esperanza de salvación, por lo menos, en este momento, para nuestro cuerpo; es una forma de mantener la lucidez suficiente para enfrentarse a unos acontecimientos que pueden inmovilizar nuestra mente.

Estoy viendo a mi segundo, sus ojos no se han desviado ni un momento de los instrumentos de vuelo sin visibilidad, que aunque son pocos, ayudan no obstante, para no andar despistado vagando por el cielo; casi durante todo el vuelo lo he visto pendiente de estos ojos mecánicos, que sirven para no andar a ciegas por en medio de la noche y las tinieblas, está todavía haciendo sus cálculos, buscando quien sabe si nuestra posición, también es posible que su acción no sirva de nada, si como es de temer damos fin a nuestro viaje, aquí, donde sea que nos hallemos.

El motor izquierdo ha empezado a petardear de nuevo y la humareda que está soltando es un claro indicio de que aún hay vida en él, el mecánico está consiguiendo lo que con tanto empeño tiene entre ceja y ceja, ponerlo en marcha, a él todavía no le había dejado mal ningún motor y este no iba a ser el primero, la temperatura exterior es menos baja, esto en lógica ha hecho disminuir la cantidad de hielo acumulado en el carburador y en todas las partes vitales del avión, a partir de ahora creo que voy a tomar los refrescos calientes, por todas partes salen fogonazos y espesas humaredas, por fin se normaliza el régimen del motor, quito el compensador de dirección y ya mi pierna puede aflojar un poco su presión sobre el palonier, el compensador por sí solo no puede aguantar el desequilibrio de este avión con un motor lateral parado, aunque este aparato tiene fama de volar como una avioneta, hay que verlo y sobretodo usarlo con el motor parado para darse cuenta de lo que pesa; todavía descendemos pero nuestra velocidad de descenso es cada vez menor.

-¡¡Tierra, veo tierra, ahí abajo, detrás era tierra de verdad, la he visto por este lado!!- dice el radio, señalando con desespero el suelo por detrás de mi cabeza.

-¿A qué altura te parece que estaba?-.

-No lo sé, pero muy cerca, quizás a menos de doscientos metros-.

El altímetro me señala cerca de mil novecientos, por tanto, es posible que así sea, sin pensarlo más, viro muy fuerte a mi izquierda para a ser posible volver a pasar aunque sea aproximadamente por el mismo lugar que antes, si tenemos suerte así será, bajo un poco el morro ya que si ha visto tierra, es que la base de las nubes está muy cerca, y si no ha visto tierra, por tentar un poco más a la suerte que no quede, teniendo en cuenta variaciones de presión y errores de altímetro, hace ya mucho tiempo que nos la estamos jugando y en las condiciones que volamos debíamos de haber saltado hace bastante tiempo, pero por otro lado si es peligroso nuestro vuelo también lo sería lanzarnos en paracaídas en el interior de las nubes y más siendo cumulonimbos, sus ascendencias son tan fuertes que se pueden llevar un avión hasta la cumbre de ellos a unos seis mil metros, o destrozarlo al pillarlo entre una ascendencia y una descendencia, normalmente a un paracaídas abierto se lo llevaría, muriendo de frío, la persona que fuera en él, o por los impactos del hielo y asfixia por falta de oxígeno, a partir de los cuatro mil quinientos metros debe de usarse mascarilla, sobre todo en estancias prolongadas, el otro problema, estriba en que, si esperas a abrirlo cuando hayas salido de las nubes, puede que, antes, te encuentres con un picacho que te acoja en su seno, peligro por peligro prefiero el de la cabina de mi avión, por lo menos hasta una altura que teóricamente sea segura; en este momento, por debajo de nosotros, ha cruzado una mancha oscura con manchones blancos, los hilachos de las nubes son ya casi transparentes, poco a poco, vamos viendo la tierra, es un enorme bosque de picachos cubiertos de nieve, no sé si es la sombra de las nubes o el ambiente que se ha respirado antes de salir, lo que hace, que aquello me parezca un abismo inmenso, que da incluso sensación de vértigo, quizás porque mis ojos no dan del todo crédito a lo que ven, los momentos pasados parecen quedar lejos, muy lejos, ya en los archivos de nuestros recuerdos.

Descendemos un poco más, ya debajo del todo y como muy bien dijo el radio unos doscientos metros por encima de las cumbres, observamos una visibilidad horizontal de unos quince kilómetros, por tanto y por este cielo tan limpio que queda entre las nubes y el suelo vamos a continuar nuestro viaje.

Desde el momento en que penetramos en las nubes hasta ahora han transcurrido veinte minutos, todavía nos quedan al final del viaje ochenta y cinco minutos; estos no tuvieron nada digno de tener en cuenta, por lo menos visible, el silencio parecía ser superior al ruido, ya normalizado, de nuestros motores; cada uno estaría dando gracias a Dios, si no pensando directamente en Él, sí haciendo algo que seguramente le causaría tanto placer como oír una tradicional oración, a veces los hombres rezan sin oraciones y este era uno de estos momentos, cada miembro de la cabina pensaría en su familia en estos seres por los que se sufre y que nos compensan de las amarguras de la vida con a veces una sonrisa o una caricia tan solo, pero que lo simbolizan todo para nosotros, y si un hombre teme alguna vez perder la vida no es porque va a quedar destrozado o incinerado entre los restos de un avión, la muerte es lo mismo para un piloto que para cualquier otra persona, la muerte en sí es la misma sea lo que sea lo que la ha producido, lo que hace temer a esta señora, es que todos estos seres queridos, creemos que van a quedar solos, nos consideramos imprescindibles para ellos, lo mismo que ellos lo son para nosotros, esto me hace pensar que no queremos tanto a Dios como a nuestras cosas mortales, de lo contrario, no sería desagradable para nosotros este momento, pues ante todas las tristezas estaría la inmensa alegría de reunirnos por fin con Él.

Unos carburadores helados y unos kilos más o menos de hielo podían haber perpetuado un mal recuerdo en cuatro familias.

Seguramente, estarán ajenas a lo que ha sucedido, pues todo quedará en un “Buf, vaya vuelo… no malo, pero…. complicado” por esto nunca sabrán lo cerca que han estado de… una Navidad, …distinta.

Hay cosas que no se cuentan, porque la mitad del mundo no te cree y la otra mitad tampoco.

solo falta el 5º

No hay comentarios:

Publicar un comentario